jueves, noviembre 30, 2006

¿Porqué usar compost?


¿PORQUÉ USAR COMPOST?



No existe mejor manual que la observación detenida de las circunstancias que nos rodean. Mirar, pensar y actuar.




En el verano de 2006 la situación en mi jardín-huerto familiar llegó a un punto crítico. Plagas de pulgón asfixiaban los limoneros, algunos de los cuales eran tan pequeños que no alcanzaban el medio metro de altura corrían serio peligro. Los más grandes de tres y cuatro años no corrían mejor suerte. Papayas cuyas hojas caían débiles y aquejadas de podredumbre. Toda la producción de uva había quedado fulminada por un hongo nada mas sacar las flores, y solo unos racimos se habían salvado milagrosamente pese a todo el azufre que pude espolvorear. Algo extraño sucedía, y aún no había llegado el momento de comprender que sucedía.

Recuerdo que al llegar a la casa antes de la rehabilitación se me quedó grabado el amarillo intenso de la paja que crecía salvaje en el antiguo campo de cultivo abandonado. Con el tiempo mis padres vallaron el terreno, del cual tan solo una pequeña parte era de nuestra propiedad. Mi padre arrancó vinagreras (y por supuesto la hermosa hierba amarilla) y planto frutales, y mi madre puso un huerto en marcha. Durante varios años el jardín se limpió de maleza, la cual quemábamos en un bidón de gasoil vacío. Durante estos años el jardín floreció hermoso. Los años de barbecho pasados habían sin lugar a dudas creado un manto de materia orgánica suficiente para mantener la nueva vida. Algo de estiércol y nitrofosca harían el resto.

Yo vivo en Bandama, Islas Canarias. A nivel geológico consiste en una gran piconera, compuesta de partículas volcánicas tipo lapilli, capaces de retener la humedad de la noche, pero incapaces de retener el agua del riego. Al ver tristemente como el huerto agotaba su capacidad de producción, decidimos traer un camión de tierra de San Mateo. La idea era que sería de gran calidad (alguien nos dio que mas oscura mejor) pero resulto ser un montón de arcilla roja, de gran calidad para la construcción de abobe y tapial. Nos quedamos la tierra y decidimos mezclarla con el picón y algo de estiércol, probando nuestro primer “bancal profundo”. El éxito fue arrollador. Las tomateras eran tres veces lo grandes y vigorosas que habían sido en los últimos momentos. Y usando un tercio del agua que solía usar. Atribuí el éxito mas a la mezcla de tierras que a la materia orgánica, inconsciente de la importancia de esta última.

Vinieron un par de años de producción intensiva que gradualmente fue agotándose. Durante ese tiempo toda la materia orgánica que se recogía en el jardín ya no era quemada (pues la guardia civil y la sociedad multaban esta acción) y se tiraba al contenedor de la basura pasando a formar las composturas del s XXII, los macro basureros urbanos de hoy en día que taponan barrancos inmensos en nuestras islas. Restos orgánicos y envases todo al mismo lugar. Pero aún no era consciente del ciclo de la vida y la muerte.

Ese verano del 2006 agoté mi salud y mi paciencia practicando todo tipo de tratamientos químicos que mas parecían hundirme en la intoxicación mental que ayudar a mis plantas resistir hongos e insectos. Ese verano escuchaba los ecos lejanos de mi madre diciendo “acuérdate de echar estiércol”, a la par consciente que durante el último año había abandonado esa tarea por no considerarla imprescindible. …y miré.

Casualmente vino a para a mis manos un libro de Alwin Seifert, arquitecto alemán, titulado “agricultura sin venenos ó el nuevo arte de hacer compost”, cuya primera edición data de 1948. Era simple y llanamente un alegato al uso del compost, a favor de la biodiversidad y en contra del monocultivo y la aplicación sistemática de químicos en la agricultura. …y pensé.

Y entonces se me ocurrió comprar un saco de compost comercial. Y le puse un poco a los papayeros, y a los limoneros, y al huerto… en cuestión de una semana, todo “reventó”. Era una primavera de otoño (a veces esto pasa en estas latitudes). El vigor volvía a las plantas. El pulgón retrocedía y volvía a ver sarantontones entre las hojas. La vida, en general parecía recuperarse. Más de un amigo se sorprendió al ver el cambio en tan poco tiempo, y yo quedé consagrado así a la cultura del compost.

El ciclo que cerramos al fabricar compost con la materia orgánica simplemente permite la vida. No es una opción en la agricultura y en la vida sencillamente es la manera de no hipotecar el futuro de nuestros hijos. Cualquier otra técnica de trabajar la tierra no tiene la antigüedad ni la experiencia (perdida hasta hace cuatro días pero fácilmente recuperable en estos tiempos) de la producción orgánica mediante el adecuado uso del compost, siendo este último básicamente una descomposición aeróbica controlada de cualquier resto de materia orgánica.

Desde la acción individual el cambio es posible. Los sistemas de gestión de residuos urbanos son (y ya lo eran en 1948) una necesidad urgente. Y no podemos seguir apilando envases sin saber que hacer con ellos. La clave, y la mayor parte de los desperdicios, es materia orgánica. Si no establecemos redes (y cultura) de compostage a un nivel social y cultural tan solo encontraremos enfermedad, hambre y desolación.

Pondré en cada entrada de este blog todo aquello que considere importante para el cultivo de cada especie, según pueda ir averiguando ese conocimiento. Espero que sirva por un lado para que yo mismo no olvide de año en año y por oto lado por si a alguien esta información le puede ser de alguna ayuda.

La tierra se deja querer fácilmente, solo hay que mirar las señales y probar una y otra vez.

2 comentarios:

Antonio García dijo...

Hola:

Te encontre buscando sobre el hambre.

Muy interesante la exposición.

saludos

Anónimo dijo...

hola vivo en la palma y estoy totalmente de acuerdo contigo es mas desde un tiempo me dedico a a agricultura y encantado...saludos