lunes, octubre 21, 2013

¿Cuánto mide una fanega? - Comentarios sobre las palabras y la medida de la tierra

El lenguaje conforma el mundo. Solo en él existe el espacio, físico y temporal, por el que el ser humano navega. Las palabras crean lo que nos rodea, y con frecuencia tendemos a olvidar esta realidad radical (y por radical entendamos de raíz). Quizás por eso la palabra cultura se refiera a la ancestral tarea de cultivar, piedra base de cualquier civilización.

Siempre me llamó la atención la manera en la que una fanega (aquí en las islas se dice fanegá), medida de una finca que por aquí en Telde viene a ser unos 5.555 metros cuadrados aproximadamente, podía variar de tamaño en función del lugar, siendo extremadamente variable. Una fanega se divide en 12 celemines (que en esta tierra se pronuncia selemines), y quizás correspondan a unos 460 metros cuadrados, descontando los pasos y riegos necesarios.

Y es que es una palabra antigua, de un tiempo en que la tierra no solo se medía en metros cuadrados (eso es mas útil para la labor urbanizadora), un tiempo en que la fertilidad de un terreno quedaba incluida en el término mencionado.

Pues la fanega se refiere a una medida no solo de superficie sino también de volumen, entiéndase cosechado, quizás la medida de una cosecha óptima según las técnicas tradicionales, y por ello permite la objetiva variación de superficie para primar, en su significado, el grado de fertilidad de la tierra. Un lugar húmedo y fértil requerirá menos superficie para obtener esa unidad. Un lugar seco y pedregoso quizás requiera mayor superficie para alcanzar el mismo volumen de cosecha.

En este caso el lenguaje permite comprender con mayor veracidad la actividad agrícola. Una sutileza incomprensible en un mundo tecnificado que aplica técnicas industriales a la agricultura, y que mide las superficies -de manera ficticia y engañosa, no lo dude- en décimas de metro cuadrado.






viernes, febrero 08, 2013

Comentarios sobre la poda y sus diferentes variantes desde un punto de vista personal

El huerto es una buena manera de comenzar a mirar las plantas, porque en un corto periodo de tiempo -tres, seis, nueve meses...- vemos como una semilla se transforma en planta, y según como, sus flores en frutos. Un milagro de la naturaleza. Así pues, en pocas temporadas comenzamos a observar y experimentar con las técnicas de cultivo y encontramos en nuestro camino una manera siempre particular de hacer las cosas. El camino esta señalado entonces.

Sin embargo, en lo relativo a árboles y plantas de jardín de media y larga vida, aprender algo se hace bastante mas lento. Requiere la misma atención, pero los resultados son visibles solo con el paso de las estaciones y de los años.  La poda, o mas bien la acción de "encauzar la energía" de las plantas y asimismo de los árboles, si bien practicada, ayuda a aumentar la cosecha, engordar los frutos, hacer las flores mas hermosas y en general a permitir que dichas plantas y árboles alcancen su mayor potencial.

Como siempre, lo primero: Mirar.

Saber contemplar un árbol y comprender cual fue su primera temporada, los accidentes de la vida, su crecimiento y ramificación, etc. es un arte en sí. Hay árboles tan antiguos y tan asombrosos. Tras mirar un rato comenzaremos a ver.

Por otra parte contemplaremos siempre la unicidad de cada árbol y planta, el lugar y el tipo de suelo, el soleamiento y su respuesta vital frente al paso de las estaciones. Esta visión te permite saber -sin tener que consultar- cuando puede ser el mejor momento para meter tijera.

De esta mirada con voluntad podremos evaluar cual es el vigor de la planta, es decir, con cuanta fuerza ha contado el año anterior para lanzar nuevas ramas. Un árbol con poco vigor no debe ser podado, quizás ni siquiera la leña seca pues significa que esta intentando sobrevivir a alguna inconveniencia. Sin embrago un árbol con mucho vigor -lances del año anterior grandes, chupones ...- agradecerá una tijera bien dada en el momento adecuado.

Pasamos entonces a la siguiente etapa: Pensar.

La poda, según sea su intención, puede ser de formación o de fructificación. La poda de formación es necesaria en los dos, tres o cuatro primeros años de vida y consiste en disponer el porte inicial, una fase de crecimiento que si bien visualizada ayudará mucho al árbol (o parra, o rosal) en su vida posterior. También puede ser necesaria cuando hace muchos años que se ha dejado el árbol asilvestrado, o sin una poda adecuada. Esto incluye también árboles antiguos, que suelen agradecer una segunda vida.

La poda de fructificación tiene por objeto que el árbol aporte la mayor cantidad de fruta, que el rosal disponga las mas hermosas rosas y que la parra aporte sus mejores racimos. El criterio para la acción -según esta particular visión de este mundo vegetal- es muy parecido en todos estos casos. Una nota al margen: Este texto se refiere única y exclusivamente a la poda cuyo propósito es la formación, floración y fructificación. Olvidémonos pues de los setos, que tanto mal hacen a muchos arbustos, especialmente en su interior.

Otra cuestión a contemplar es la diferencia entre poda en verde y poda en seco. Poda en verde son aquellas acciones que se realizan en la fase vegetativa, es decir, cuando hay mucho crecimiento. Acciones como quitar chupones y la poda que se da en los árboles cítricos (o en general perennes) son ejemplos. Esta poda, muy delicada pero muy útil a la vez se diferencia de la poda en seco, la cual se realiza en el momento en que la actividad vegetativa esta en su menor nivel, generalmente (en el hemisferio Norte) durante la primera luna menguante de Febrero.

Apuntar una vez mas el carácter excepcional de cada planta, árbol y organismo, cosa la cual debe ser contemplada en esta fase de análisis de lo visto.

Y en consecuencia: Actuar.

Hay una máxima que me fue revelada hace unos años: "Lo seco me lo quitas". Es decir, toda la leña seca y muerta así como flores marchitas, es muy recomendable que sea eliminado mediante tijera y serrucho.

Dicho lo cual, comentar lo siguiente: El asunto de los talones y los nudos. Solo las ramas del año anterior son las que darán flores y frutos. Sabiendo esto, el objetivo consiste en dejar unos talones (ramas del año anterior cortadas) en los que dejamos dos o tres nudos desde su arranque, que es de donde brotarán las ramas del próximo año. Saber evaluar, en función del vigor, de cuantos talones y nudos debemos dejar es tarea muy delicada que tan solo los años de trabajo sobre los mismos árboles nos permitirán saber si acertamos o no.

Apuntar al final que, una vez las flores han sido polinizadas y los frutos comienzan a madurar, es posible mondar -eliminar la mitad de- la fruta.

Podemos equivocarnos, pues es así como aprendemos. Pero perpetuar equivocaciones es un grave error. Y para ello lo mas importante es mirar y ademas fijarse. Gracias por tu interés.